martes, 6 de abril de 2010

Los hombres y el fútbol

En serio, ¿qué hay con el fútbol y los hombres?

Siempre que el equipo de fútbol Universitario de deportes está jugando algún partido, mi querido vecino, el Sr. Ni idea de como se llama, se siente exaltado, emocionado, entusiasta, apasionado y en shock diría yo... que tiene la magnífica cualidad de comentar los partidos a un volúmen de voz lo suficientemente alto como para que se escuche a 5 casas a la redonda.

Cada vez que escucho ¡Oyee! ¡Daleee! ¡Idiotaaa! ¡Métele flaco, carajoo! Automáticamente sé que el equipo antes mecionado está haciendo su gracia en vaya a saber mi vecino que estadio y qué ciudad. No me malinterpreten por favor, no tengo preferencia por ningún equipo de fútbol en particular, es más, siempre que alguien me pregunta de qué equipo soy, respondo inocentemente: del que gane.

Es un arreglo muy cómodo a decir verdad, prefiero mantenerme a raya de las preferencias futbolísticas, evitar el "ah, gallinas" o "ah, los monos" o cualquier otro animal que deseen usar como el nickname del equipo.

Sin embargo, es algo muy interesante ver cómo, perdón, mejor dicho escuchar cómo es que el hombre que vive a lado de mi casa se desgañita gritándole a una pantalla órdenes que, estoy segura, ni él mismo haría caso de estar en los pies de los futbolistas.

Acabo de darme cuenta del efecto de la prensa sensacionalista en mi cerebro, siempre que pienso futbolista, automáticamente lo relaciono con algún escándalo que tenga que ver con mujeres voluptuosas, peliteñidas, que probablemente han salido alguna vez semidesnudas en la televisión y que a lo mejor todavía no han oído de la autoestima. Sé que estoy cometiendo un grave error al generalizar de esta manera, me reinvindicaré ya no leyendo los titulares de la prensa sensacionalista, a ver si de una vez se me quitan las coloridas frases de la mente.

¡Gool! ¡No, carajo, no! (seguido de golpes de una silla contra el piso)

Me imagino a mi vecino con la cabeza gacha y el brazo caído sosteniendo el control... Ya todo está consumado, no hay absolutamente nada que mi antes exaltado vecino pueda hacer. El trascendental partido acaba de finalizar, el marcador no se dignó a cambiar, 0 - 0 fue el rotundo y "tsunamesco" (ahora que están de moda los terremotos) resultado.
Todo está en silencio, la adrenalina que antes provocaba los gritos, insultos y probables golpes a una inocente silla se deshace en el aire, dejando destrozado el espíritu y la moral (Sí, esa misma moral que los vendedores en el bus, nos piden que les levantemos) de mi vecino, antes esperanzado en dar el grito de victoria cuando su amado-odiado equipo ganara el partido de fútbol.

Me pregunto en qué pensará ahora... "Debí jugar yo csm, así hubiesemos ganado" (claro, ya se autoincluye en el equipo), " Huevones, les falta garra, no saben jugar, el fútbol ya no es lo que era antes..." (y empieza a mencionar jugadores antiguos, mejores a su criterio), "Estos no saben jugar nada, mejor ya ni veo" (fatalismo que le dura hasta el otro partido), "Será para la próxima, cuando X no esté lesionado y estén completos, con más ganas" (el justificador optimista)

¿Es cómo una peste que ataca a todos los hombres? ¿Una rara y altamente contagiosa enfermedad (a lo resident evil) que cae sobre todos? La mayoría de hombres que conozco, y hablo de un 95%, la tiene y no solo la tienen sino que además la riegan. Prueba fehaciente de este hecho es mi vecino, ya que hace unos minutos escuché una joven voz también estusiasta por el partido, es como una enfermedad hereditaria o mejor dicho, una sagrada tradición que pasa de padres a hijos a lo entrenamiento ninja. La joven voz, es decir, mi vecinito, tendrá alrededor de unos seis años por lo que pude escuchar y por supuesto, ya sus oídos saben muy bien qué es lo que se dice en los partidos de fútbol. Regla N°1: Cualquier frase pronunciada, va acompañada de un insulto. No se sabe si contra el jugador, el árbitro, la pantalla, la pelota, uno mismo, la mosca que pasa, el caso es que se insulta.

Aunque también he de decir que cuándo un equipo gana el partido que debe ganar (y no cuando ya está eliminado) la alegría es inmensa, el tan glorioso y esperado ¡Goooooooooooool! sale del pecho de los fanáticos como el ¡Eureka! de Arquímedes, que por supuesto, también he escuchado gracias a la cortesía de mi vecino.

Por mi parte, aplaudo, ya que de todas maneras, meta el que meta gol, el que gana es mi equipo.

2 comentarios:

  1. Muy cierto todo lo que dices, pero en mi casa, donde el supuesto rey amo y señor es mi padre (aunque el mismo se autoproclama otras veces sacolargo)suele echarle toda la culpa de que el equipo haya perdido a una sola persona...EL ARBITRO, quien segun mi padre, esta comprado (cosa curiosa, todos los arbitros, de todos los partidos en los que pierde su equipo Sporting Cristal, estan comprados) y por eso favorecio al otro equipo. Esa es la máxima explicación de mi padre..."todos odian ver ganar a sporting cristal, solo quieren que gane alianza o la U, a cristal lo quieren fuera...". Asi que en la mente de mi padre todo se trata de una conspiracion de tooooodo el futbol peruano en contra de su amadisimo equipo. jajaja ayyy mi papacito!.

    ResponderEliminar
  2. Gracias por tu comentario Marieyu!
    Sabes que lo de "yo soy el macho de esta casa" y "si pues, que voy a hacer, soy sacolargo..." sucede muy a menudo, entre hombres se acusan a diestra y siniestra con lo de sacolargo (o pisado, como se dice ahora). Creo que padecen de una irremediable doble personalidad, "pisados" por un lado y "machos" por el otro.

    Te comento que mi profesor de matemática del colegio era y sigue siendo del
    Sport Boys(Muy Boys por cierto, a pesar de su camiseta rosada) y pertenece al club de "Acusa al árbitro de todo" fundado por tu padre, club que lucha ardua e incansablemente contra la malévola y fatal confabulación del (maldito) árbitro contra sus amados equipos de fútbol.

    ResponderEliminar

Labels

Datos personales

Sigue a Killa

Peru Blogs